CUENTOS PARA NO DORMIR

Érase una vez un ser tan pequeño que cabía en la palma de la mano. Por ese motivo todos le llamaban Romancito, sobre todo la malvada dueña del castillo municipal. Romancito era tan pequeño, que cuando salía a la calle de la Pelota le gustaba cantar: - ¡Peperín, peperín, peperín! ¡Mucho cuidado con lo que hacéis! ¡Peperín, peperín, peperín! ¡A Romancito no piséis! Sus colegas le querían mucho, unos más que otros, pues sabían que poco importa el tamaño cuando uno es listo.

Cierto día en que un colega suyo iba al campo de Benalup, Romancito le pidió que le dejara acompañarle y guiar al caballo. - ¡Verás cómo puedo hacerlo! - Romancito le pidió que le situara sobre la oreja del animal, desde donde le iba dando órdenes que éste obedecía a pesar de no saber de dónde venían. - ¿Ves cómo puedo? ¿Qué más da ser pequeño si puedes pensar?
Caminando, caminando, llegaron al prado de colifores y Romancito saltó al suelo para estirar las piernas. Mientras su colega recogía las verduras para luego tirárselas a sus oponentes, el diminuto Romancito jugaba entre las hileras de plantas. Jugando y saltando, Romancito no cayó en la cuenta de que se alejaba cada vez más de su colega. (…Más información …)