OPINIÓN

Ver cómo acaricias el pelo de ese niño, niño tan niño como tú, viviendo su infancia con premura, asomándose al mundo, descubriendo que una ola se ha llevado de pronto en su vaivén el trabajo de toda una tarde, proyecto de castillo encantado donde vienen a resumirse todas las fantasías y ensoñaciones del niño, tus propias fantasías.
Pasear por la arena de la mano del niño, dejarte llevar de sus sucesivos arrebatos, desnudarte de teoremas y palabras huecas para hacerte un resquicio junto a él. No hacen falta palabras para comunicarse con el niño, basta con los gestos y una mirada furtiva. El niño lo asimila, te confía sus mayores secretos y ya puedes tener participación en el botín de sus caricias. (…Más información …)